Buenaventura Durruti en Chile y América del Sur
Nestor Gorojovsky
EL GRAN GOLPE
TRAS AÑOS DE EXILIO EN SUDAMÉRICA
Buenaventura Durruti, el más célebre
anarquista español, llegó a Chile en 1925. Mientras el país se encontraba en
plena crisis política, Durruti organizó un grupo de cinco hombres y cometió
el primer robo a un Banco en nuestro país. Esa fue una más de las anécdotas
del hombre que se haría famoso en la guerra Civil Española, al comandar la
legendaria "columna de Durruti". Y se convirtió, de paso, en un
hito de la historia criminal chilena.
Por Vadim Vidal
La Nación
Jueves 16 de julio de un soleado día
de 1925. Enrique Barscoj esperaba pasajeros para su vehículo de alquiler, un
reluciente Hudson con placa patente 2525, en el paradero de la Plaza de Armas
cuando un individuo alto, grueso y de bigotes abundantes le solicitó sus
servicios. La orden era dirigirse a calle San Diego y, desde allí, hasta la
sucursal Matadero del Banco de Chile. Era el día de la santa patrona
nacional: la Virgen del Carmen. El pasajero era absolutamente distinto a
quienes trasladaba a diario: tenía un marcado acento español y actuaba con
tranquilidad. Al llegar frente a la sucursal bancaria, se subieron al
vehículo otros cuatro ocupantes, uno de ellos usaba bufanda granate y una
gorra negra. Al cruzar la calle en dirección al banco, el español se colocó
un antifaz negro de cuero y los demás desenfundaron armas cortas desde sus
bolsillos. Se acercaba el momento. Esto ya lo habían hecho varias veces en
distintas partes del mundo y no parecía ser diferente. Los cinco hombres
presentaron sus pistolas. Estaban a punto de perpetrar el primer asalto a un
banco en la historia de Chile.
LOS HOMBRES DE DURRUTI
En la sede de la IWW (Industrial
Workers in the World), en pleno centro de Santiago, los dirigentes
anarquistas Félix López y Pedro Nolasco Arratía, este último, trabajador
gráfico y fundador de la Federación de obreros de imprenta, estaban viviendo
su propia película de vaqueros. Las noches anteriores habían departido con
unos compañeros españoles que llegaron a Chile huyendo de la persecución que
ellos, aguerridos anarquistas, sufrieron en Europa. López y Nolasco tuvieron
mayor contacto con dos de ellos: Buenaventura Durruti, que exudaba coraje y
carisma, y Francisco Ascaso, más bien serio y retraído. El resto del
contingente estaba compuesto por el hermano de Ascaso, Alejandro; Gregorio Jover y Antonio Rodríguez, El Toto. Todos pertenecían al grupo Los
Solidarios, destacamento que había emprendido un sinnúmero de acciones
armadas y ajusticiamientos en la península ibérica. Esa fama tenía
omnibulados a sus pares chilenos, quienes conocían, por ejemplo, el famoso y
sanguinario asalto al Banco de Gijón, en 1923, y por el que habían conseguido
automático exilio en Francia y Bélgica. López y Nolasco sabían que el paso
por Chile era una escala no prevista por los 5 anarquistas, pero a la que le
sacarían el mayor provecho posible.
Ascaso y Durruti tenían una férrea doctrina de silencio y trataban de
hablarse a través de señas, por lo que
transmitieron escasamente sus planes a los 'compañeros' chilenos. Se podía
decir que su relación era de saludos y despedidas. Durruti les había
prometido que si los ayudaban con la logística, les confiarían parte del
botín para su organización. Una cosa estaba clara, en el atraco actuarían
sólo ellos. Y así lo hicieron.
Días antes, en la tarde del domingo
12, habían intentado asaltar a los empleados del Club Hípico que llevaban el
dinero de las apuestas hacia la administración, ubicada en calle 21 de Mayo.
Pero las cosas no salieron como lo habían planificado, ya que los empleados
se defendieron a balazos y el robo de los hombres de Durruti fue abortado con
rapidez. "Últimamente la capital se ha visto invadida por un grupo de
gentes de pésimos antecedentes que viene huyendo de las policías extranjeras.
Descubrimiento hecho hace poco días de una banda de tenebrosos extranjeros ha
venido a confirmar plenamente esa suposición", señalaba con asombro el
diario Los Tiempos, el día lunes 13 de julio.
Tres días más tarde, sin embargo, no habría errores ni malas
casualidades. Los cinco forasteros habían decidido que el banco estaría en la
periferia de la ciudad y el más adecuado el Banco de Chile que prestaba
servicios en el bullente sector del matadero. El robo, entonces, sería allí.
EL HOMBRE DEL ANTIFAZ
Después de dejar el Hudson azul con
placa patente 2525, los hombres ingresaron con rapidez al banco. Dentro del
edificio la actividad era tranquila. Lo único que llamaba la atención era la
presencia de Urbano Villaseca, un arriero que se encontraba recolectando
dinero en favor de los calicheros del norte salitrero. Había cuatro
funcionarios en actividad y tres en horario de colación cuando irrumpieron
los asaltantes. Los hechos se sucedieron rápido: Carlos Thompson, cajero del
lugar, contaba y empaquetaba monedas cuando el tipo de bigotes, quien según
testigos tenía "aspecto de abastero", saltó por sobre el mostrador
e intentó apoderarse de la caja. En un primer instante Thompson creyó que se
trataba de una broma de pésimo gusto, pero entendió que todo era muy serio
cuando el hombre del antifaz, apostado a un costado de las cajas y con una
Colt de 38 mm en cada mano, lo apuntó directo en las sienes y gritó:
-Señores, ¡arriba las manos!
Luego de este hecho, los demás
bandidos saltaron por sobre las rejas de bronce que resguardaban al cajero, y
fueron en busca de los billetes. Thompson, hombre fuerte y bien alimentado,
cayó al suelo y desde aquel innoble lugar dio la alarma. La acción del cajero
impidió que los malhechores intentaran hacerse de la bóveda mayor y tuvieron
que contentarse con el dinero de la caja. Luego sobrevino la fuga y su
consiguiente persecución: los asaltantes corrieron hasta el vehículo de
alquiler que habían abordado en el centro. En el trayecto dispararon varias
veces al cielo para sembrar el pánico entre la muchedumbre que circulaba por
San Diego, y lo consiguieron con efectividad. Detrás de ellos venían tres
funcionarios del banco. El segundo cajero, Domingo Pérez, intentó seguir el
auto, pero recibió un balazo en la mano izquierda que lo detuvo en su
intento. Alfredo Muñoz y Manuel Moya fueron más lejos y, aprovechando un
momento de confusión ocasionado por el asombro del chofer, se aferraron de la
parte posterior del vehículo en movimiento. Allí se inició una intensa
balacera por parte de la banda, quienes, asomándose por la ventanilla trasera
dispararon sus armas. Primero dieron con Muñoz, quien recibió dos balazos,
uno que se alojó en el cráneo y otro que impactó en su rodilla derecha. Moya,
en cambio, sólo recibió una contusión leve al caer mientras el Hudson de
color azul intentaba la fuga. En San
Diego esquina Concepción el auto ya corría solo y sin dificultades. Mientras
tanto el auxiliar del Banco, Benjamín Valdés, detuvo un auto de alquiler que
se hallaba en las cercanías y, junto al policía (Dragoneante en esa época),
Miguel Mella, fueron tras los asaltantes. Claro que sólo alcanzaron a
seguirlos unos cuantos metros, pues el chofer del carro se negó a seguir la
persecución a causa de la lluvia de balas que provenía del auto de los
asaltantes.
En San Diego, entre Victoria y Pedro
Lagos, les perdieron pisada definitivamente. Algunos testigos dijeron que el
auto dobló por Matta al oriente, aunque otros aseguraron que tomó la
dirección contraria hacia el Parque Ercilla.
El monto total del asalto bordeó los 50 mil pesos de la época. Con respecto
a la banda, la policía sólo llegó a dos conclusiones. Una: tenían "voces
extrañas que les daban el aspecto de argentinos o de españoles", como
hizo mención La Nación del viernes 17 de Julio. Y dos: en el suelo del local
se encontró el antifaz del jefe de la banda.
En la prensa se habló del nacimiento
de una nueva etapa en la criminología del país. El Mercurio editorializó de
la siguiente manera: "Está demostrando que Santiago no tiene hoy solo el
peligro de los bandidos que obran a la antigua, sino también de los que
siguen los nuevos sistemas terroríficos capaces de atemorizar a los hombres
de más ánimo". Los diarios llamaron a los asaltantes
"Apaches", en alusión al nombre con que los periodistas franceses
caracterizaban a los hampones de París, y que había sido tomado de un famoso
tango del uruguayo Manuel Gregorio Arostegui, "El Apache
Argentino". Santiago de Chile, poniéndose al día con el resto del mundo,
había conocido a sus primeros "Apaches". Nadie sabía que se trataba
de Buenaventura Durruti, el anarquista más famoso de Europa.
SIEMPRE SEREMOS PRÓFUGOS
Después del asalto y aprovechando el
alboroto que causaron, el quinteto de asaltantes intentó dar el golpe
maestro. El día sábado 18 asaltaron en la calle Seminario a un cajero de
ferrocarriles con el fin de adueñarse de las llaves de caudales del terminal
Alameda. Por desgracia para ellos, el cajero no llevaba las llaves consigo,
lo que frustró el asalto. La prensa estaba conmocionada, hablaba de
peligrosos asaltantes argentinos fugados recientemente de la cárcel de La
Plata, y que se habían coludido con hampones locales. Las pulsaciones de la
ciudad marcaban un ritmo frenético, y cercano al pánico. Para aparentar
agilidad y pericia, la justicia sometió a proceso a Enrique Barscoj, el
chofer que los condujo hasta el banco y luego huyó con ellos bajo amenaza,
pero que tuvieron la deferencia de cancelarle la carrera. El juez instructor
de la causa, Fernando Soro Barriga, solicitó a la prensa que no siguiera
endiosando a los hampones y que dejaran de lado la tesis que hablaba de
forajidos extranjeros. Durante todo
ese tiempo los cinco se hospedaron en un hotel de poca monta en las cercanías
de Avenida Matta. La dependienta recordó años después a un grupo de
"gente muy educada" y que hablaba todo el tiempo sobre temas
sociales. A principios de agosto, y
con toda calma, Durruti, Ascaso, Jover y los demás hombres abandonaban el
país. Primero se trasladaron a Los Andes y desde allí tomaron el Tren
Trasandino como pasajeros comunes y corrientes con destino a Argentina.
DE LOS PIRINEOS A LOS ANDES
En Argentina trataron de trabajar.
Durruti intentó ser un estibador, Ascaso quiso ser cocinero y Jover, un
carpintero. Pero aquello les duró poco. El 18 de enero de 1926 asaltaron el
Banco San Martín. No dieron con ellos y se creyeron a salvo. Pronto, sin
embargo, se dieron cuenta que se cerraba el cerco; había fotografías suyas en
las estaciones de ferrocarril, en trenes y tranvías. Era tiempo de escapar.
Cruzaron a Montevideo. Ahí elaboraron una estrategia que dejaba en claro que
no se trataba de simples niños jugando a los bandidos: compraron boletos de
primera clase en el buque que los trasladaría a Cherburgo, pero terminaron en
las Islas Canarias. Acababa así su travesía por América Latina. La posterior vida de Durrutiy sus compañeros
se convirtió en vértigo: En 1926, en París, ideó un doble atentado contra el
Rey y Primo de Rivera, el que fracasó y provocó un nuevo exilio hasta 1931.
En 1932 fue desplazado al Sahara español. En 1933 y 1934 cayó sucesivamente
preso después tres intentos insurreccionales sin éxito. En febrero de 1936 el
izquierdista Frente Popular ganó las elecciones españolas, con el apoyo a
regañadientes de los anarquistas. El 18 de julio de ese mismo año, Francisco
Franco dio un golpe militar y detonó la Guerra Civil Española. Seis días
después Durruti armó una milicia con más de 2.500 hombres para luchar contra
los franquistas. Se bautizó como la "Columna Durruti". En noviembre
de ese año su columna se dirigió a Madrid para defender la ciudad de Franco.
El 20 de ese mes, sin embargo, encontró la muerte, contando con 40 años de
edad. En ese momento Buenaventura Durruti dejó de ser historia y se convirtió
en mito. Su cuerpo fue trasladado a Barcelona donde se hicieron los funerales
ante cerca de medio millón de personas.
Era el mismo hombre que 11 años antes, con un antifaz de cuero negro,
había ocupado las portadas de los diarios con un robo histórico, el del Banco
de Chile, sucursal Matadero.
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Posted on 7:48 by Librepensador Acrata
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